A veces necesito contar cosas que me pasan por la cabeza, con la esperanza de no volverme loco.
viernes, 4 de enero de 2013
Un euro, de nada.
Debo reconocer la poca gracia que me hace encontrarme en un semáforo con alguien que se ofrezca a limpiar el parabrisas de mi coche.
Entiendo que es una forma de ganarse la vida, de pagarse adicciones, de lo que sea; una forma entre un ciento, honrada y respetable.
No me gusta esta práctica por aquellos que ante la negativa del conductor optan por insistir o, simplemente, iniciar la limpieza del cristal para dejarlo a medias cuando ven que no obtendrán la recompensa a un servicio no solicitado.
Dicho esto, contaré una situación vivida hace unos días en un semáforo en Avilés.
Llego al semáforo y se acerca un chico jabón y rasqueta en mano ofreciendome la limpieza del cristal, que rechazo verbalmente y con un gesto ya que mi ventanilla está cerrada. Ante mi negativa se disculpa y sigue su camino hacia atrás.
Me sorprendió su actitud, educada, nada insistente, y observo a través del retrovisor su forma de actuar: saluda, ofrece el servicio y ante la negativa se disculpa y sigue su camino.
Poco tráfico hace que este chico retorne al punto de partida tiempo antes de que se encienda la luz verde del semáforo; veo que viene hacia donde estoy y decido "premiar" su actitud ayudándolo con una moneda, un euro.
Este chico recibió la moneda, agradeció mi ayuda varias veces y, justo antes de que me fuese, dijo: ¡Próxima vez limpio cristal!
Era un chico extranjero, procedente de algún país del este de Europa a juzgar por su acento. Hasta ese momento no me paré a pensar acerca de su origen, de su situación...
Una moneda de euro, que nada significó para mí, hizo que me sintiera miserable. Le dí algo que "me sobraba", y recibí su gratitud.
Lo peor de todo es que habitualmente la gente llega en su coche y ni tan siquiera tiene la decencia de mirar a quien les ofrece una limpieza de su parabrisas a cambio de "la voluntad". Son superiores, respoden con un gesto mientras miran a la radio, el gps, el móvil... O simplemente simulan no ver nada más allá del salpicadero.
No somos superiores, quizá lo creamos, pero no lo somos.
Somos parte del mismo mundo, y en parte responsables de la situación que viven esas personas.
Miradlos, habladles, tratadlos con respeto. Quieras o no que limpien tu cristal
Y ayudadlos, con un euro, un euro de nada. Aún sabiendo que os sentiréis miserables.
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