Sí, vale, pero ¿a quién?.
Este año, perdida toda esperanza en la clase política, de
cualquier índole y con peor sensación cuanto más amplio en su
ámbito de actuación, creo que voy a cambiar mi actitud a la hora de
elegir a quien voto.
Reconozco que lo que se merecen algunos candidatos, de hecho casi
todos, es que en la urna les metamos un vale por un bollu
preñáu, con botella de vino incluida. Perderíamos el tiempo,
pasaríamos a formar parte del conjunto de votos nulos que
seguramente estén llenos de ocurrencias parecidas.
Otra opción es el voto en blanco, pero no tengo muy claro que se
contabilice por separado, ni a quién beneficia; seguramente a la
fuerza más votada, con lo cual... va a ser que no.
La última que se me ocurría es la abstención. Esta sí que les
jode, en una abstención los partidos “de toda la vida” ven un
voto perdido.
Pero este año tengo un escenario distinto, ¡y no lo digo por
Cascos! Que parece que en Asturias sólo se presenta él... y
reconozco que me da un poco de miedo lo que pueda/quiera hacer este
hombre.
Este año hay una lista (no digo cual, el voto es secreto, jejeje)
en la que figuran dos personas que conozco, y a quienes tengo por
gente sensata, honrada y trabajadora. Y eso que a una de ellas hace
años que no me la encuentro, pero en aquel entonces sí encajaba en
el perfil que comento.
Así que este año votaré con la esperanza de que algo cambie,
alguien se preocupe por los problemas de Asturias (y de los
asturianos), de Oviedo y sus pueblos y barrios... y dejen de tocarse
los huevos, hacer caja y preparase una pronta y solvente
“jubilación”, que viene a ser el concepto que tengo de los
cargos electos en los últimos tiempos.
A ver en qué queda la cosa...