miércoles, 16 de enero de 2013

¡Veto al ciudadano!

De un tiempo a esta parte la clase política descubrió el filón de las redes sociales, aconsejados por asesores de marketing e imagen que ahora quieren llamarse comunity managers.

La principal herramienta de un político para engañarnos en época de elecciones es encontrar un canal en que pueda expresar sus ocurrencias sin que nadie le pueda hacer sombra; mucho más complejos son los debates a dos o tres bandas, que tanto quiere siempre la oposición y tan poco gustan a los gobernantes.

Las distintas redes sociales cubren perfectamente ese hueco: el poítico de turno dice lo que quiere y tiene la potestad de decidir si acepta réplicas o no, y, en su caso, si responde a ellas o hace caso omiso. Incluso puede tomar el camino de responder sólo a quienes le adulen y hacerse el sordo con quieres critiquen sus manifestaciones públicas.

Aún en cualquiera de estos escenarios el riesgo es mínimo, ya que puede decidir en cualquier momento cambiar de táctica.

Pero las redes sociales tienen una vertiente que la clase política no puede controlar: el qué dirán, el boca a boca.

Cualquier ciudadano puede estar presente en Facebook, Twitter, Google+... y expresar sus opiniones con la misma libertad que interesa exprimir al político. Y como esto de internet es como es, los ciudadanos acaban llegando a conclusiones que un político nunca desearía: no hay con quien tratar; aquí dicen y hacen lo que critican allí, una vez dicen blanco y otra dicen negro... Vamos, que les queda el culo al aire.

Hace unos meses que decidí utilizar las redes sociales para acercarme a los políticos y hacerles llegar mis inquietudes. Unas veces con más mano izquierda que otras, pero siempre con educación y respeto. Unas veces he sido más insistente que otras, lo reconozco, y alguna que otra he mostrado como nuestros políticos están más a lo suyo que a lo de todos.

Lo hago, básicamente, porque estoy pagando su sueldo. De mis impiestos, de nuestros impuestos, salen directa e indirectamente sus sueldos. Lo que alguien vino a llamar con gran acierto sueldos públicos.

Y, para terminar, algunos de estos personajes me han demostrado lo poco que valen como servidores públicos que son, o que deberían ser.

Como muestra del hacer de nuestros representantes quiero reflejar algunos ejemplos, en este caso valorando su uso de Twitter:

Agustín Iglesias Caunedo
Alcalde de Oviedo
@agusCaunedOvd 
A casi todas las duras y a las maduras, quien me lo iba a decir...

Miguel Ángel Revilla 
Ex-Presidente de Cantabria
@RevillaMiguelA 
Un diez, aque roza la demagogia en alguna que otra ocasión.

Grupo Municipal Socialista de Oviedo 
 
Tablón de anuncios, nada que tratar con el ciudadano.

Roberto Sánchez Ramos, Rivi
Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Oviedo
@Rivi_2011 
Muy activo, responde un poco a lo que quiere.

El premio se lo llevan los dos casos siguientes. Si no les gusta lo que la gente les dice optan por la democráticamente dudosa opción del veto. Bloquean a los usuarios bajo el escudo que les brinda la figura del troll, y tan felices.


Alfredo Carreño 
Portavoz del grupo municipal Socialista del Ayto. de Oviedo  
@AlfredoCarrenoF

Gaspar Llamazares
Diputado de IU por Asturias 
@GLlamazares

Se les escapa un detalle: que alguien no pueda decirles lo que piensa no implica que deje de decirlo. Tan sólo que ustedes dejan de escucharlo.

viernes, 4 de enero de 2013

Un euro, de nada.


Debo reconocer la poca gracia que me hace encontrarme en un semáforo con alguien que se ofrezca a limpiar el parabrisas de mi coche.
Entiendo que es una forma de ganarse la vida, de pagarse adicciones, de lo que sea; una forma entre un ciento, honrada y respetable.
No me gusta esta práctica por aquellos que ante la negativa del conductor optan por insistir o, simplemente, iniciar la limpieza del cristal para dejarlo a medias cuando ven que no obtendrán la recompensa a un servicio no solicitado.

Dicho esto, contaré una situación vivida hace unos días en un semáforo en Avilés.

Llego al semáforo y se acerca un chico jabón y rasqueta en mano ofreciendome la limpieza del cristal, que rechazo verbalmente y con un gesto ya que mi ventanilla está cerrada. Ante mi negativa se disculpa y sigue su camino hacia atrás.

Me sorprendió su actitud, educada, nada insistente, y observo a través del retrovisor su forma de actuar: saluda, ofrece el servicio y ante la negativa se disculpa y sigue su camino.

Poco tráfico hace que este chico retorne al punto de partida tiempo antes de que se encienda la luz verde del semáforo; veo que viene hacia donde estoy y decido "premiar" su actitud ayudándolo con una moneda, un euro. 

Este chico recibió la moneda, agradeció mi ayuda varias veces y, justo antes de que me fuese, dijo: ¡Próxima vez limpio cristal!

Era un chico extranjero, procedente de algún país del este de Europa a juzgar por su acento. Hasta ese momento no me paré a pensar acerca de su origen, de su situación...

Una moneda de euro, que nada significó para mí, hizo que me sintiera miserable. Le dí algo que "me sobraba", y recibí su gratitud.

Lo peor de todo es que habitualmente la gente llega en su coche y ni tan siquiera tiene la decencia de mirar a quien les ofrece una limpieza de su parabrisas a cambio de "la voluntad". Son superiores, respoden con un gesto mientras miran a la radio, el gps, el móvil... O simplemente simulan no ver nada más allá del salpicadero.

No somos superiores, quizá lo creamos, pero no lo somos.

Somos parte del mismo mundo, y en parte responsables de la situación que viven esas personas.

Miradlos, habladles, tratadlos con respeto. Quieras o no que limpien tu cristal

Y ayudadlos, con un euro, un euro de nada. Aún sabiendo que os sentiréis miserables.