martes, 12 de mayo de 2015

Estoy de vuelta, como si nada.

Hace más de un año que no escribo en este blog. Abandonado a su suerte por ninguna razón en concreto, se me vino esta mañana a la cabeza, y aquí me tienes.

Recuerdo que una de las entradas que publiqué en su día fue acerca de las elecciones, varias entradas, de hecho, en las que comenté el oportunismo de los políticos, su desvergüenza a la hora de prometer e incumplir, su uso torticero de las redes sociales...

Y aquí me tienes, de vuelta, con la misma sensación de impotencia que en aquellos días en que me pasaba por aquí más a menudo.

Echando una mirada atrás, releyendo algunas entradas (han pasado más de cinco años desde la primera vez), me doy cuenta de que el tiempo pasa pero nada cambia, o cambia poco. Y a peor.

En todo este tiempo lamenté la falta de respeto a los usuarios que demostraban los conductores de bus urbano en Oviedo, y años después han llegado a ponerse en huelga por la sanción impuesta a quienes utilizaban el móvil o fumaban mientras conducían.

Pretendí desahogarme ante la falta de profesionalidad de la policía local, que llegó a valorar la gravedad de una persona inconsciente sin apearse del coche patrulla, uno de esos vehículos que ahora tildan de viejos y no aptos para el servicio. Quizá patrullando a pie puedan hacer mejor su trabajo. Aquel día sentí rabia por la actitud de los funcionarios, y gran orgullo por la de mis padres.

Pude ver lo poco que se preocupan algunas administraciones de aquellos que padecen problemas de movilidad, denunciando la situación de un parking público inaccesible en 2009 que a día de hoy continua igual.

Hace más de dos años empezaron a desmantelar la mayor industria que tuvo Trubia, nuestra Fábrica de armas, bajo la cobarde y atenta mirada de una clase política que hoy pretende hacernos creer una implicación que simplemente se apoya en la aparición de nuevas fuerzas políticas que hacen peligrar sus poltronas.

Y de nuevo llegan elecciones, de nuevo llegan las promesas, de nuevo llegarán las traiciones.

Y aquí me tienes, sin saber si merece la pena seguir escribiendo lo que pienso.

Volveré, más pronto que tarde, para seguir gritando a mis molinos de viento, o para despedirme, quien sabe.

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